No hay mayor impotencia que la que sufre la victima de las palabras
incumplidas. Sentirse desengañado y decepcionado como fruto de una promesa
falsa, cuando la realidad no se ajusta a las expectativas que nos presentaron.
Dante tuvo bien en cuenta a los mentirosos, estafadores y
falsos a la hora de crear su infierno. Viendo que no era suficiente un solo círculo,
creó dos en su averno para los embaucadores que engañan al prójimo. Y a mi
parecer fueron pocos, ya que no hay un pecado más grande que aprovecharse de
las personas de buena fe, de los amigos o de los débiles.
Podría defenderse a esta escoria humana alegando que nadie
se puede aprovechar de nadie o hacer daño espiritualmente, a no ser que la
victima se lo permita ya sea por debilidad o inconsciencia. Alegando eso, esas
personas destapan su catadura y valor moral, ponen de manifiesto que valen
tanto como el fango por el que se arrastran.
Pero si aún no fuera suficiente la afrenta de forma verbal,
parece ser que estos desalmados se pueden superar así mismos dejando incluso testimonio
escrito de sus malas acciones.
Quizás se pensaran dos veces los falaces timadores si a sus
personas queridas o ellos mismos les pagaran con la misma moneda, es una pena
que en la sociedad en que vivimos, en lugar de penar a los ladrones, se les indulte
e incluso premie por sus argucias fomentando así este tipo de comportamiento.
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