Ponerse en la piel del otro, comprender los problemas de una
persona ajena a ti y sentirlos como propios…
Seguramente con esta forma de actuar solventaríamos muchos
problemas y disputas pero es francamente difícil realizarlo e intentar hacerlo
además de una forma más objetiva sin nuestros propios prejuicios, sobre todo si
además hay intereses en esa trifulca.
Ponernos frente a frente en una mesa para hablar, exponer
nuestros puntos de vista, intentar hacer comprender al otro nuestra visión de
los hechos…
Pero al fin y al cabo ¿podría la tinta tomar el rol del
papel? ¿Podría el papel actuar como la tinta? Habría que cambiar muchas cosas
en los elementos que los componen para después encima no obtener el resultado
exacto que esperamos.
Se trata de pedirnos a nosotros mismo no ser quienes somos y
ser por uno momento la otra persona de
la querella, el opuesto en nuestro desacuerdo, es algo imposible. Y por muy
sensible y buen actor que seas, nunca dejarás de ser quien eres aunque actúes y
pienses imitando a otra persona. Jamás sentirás el dolor que siente la otra
persona porque es personal e intransferible, jamás verás las cosas desde el
mismo ángulo que la otra persona, con todas sus circunstancias alrededor, todas
sus ideas y en definitiva bajo su forma de ser.
Pero aún así hay que hacer el gran esfuerzo de abstracción e
intentar imaginar la posición y sentimientos de la otra persona para llegar a
un acuerdo y dejar las diferencias a un lado si realmente tenemos la buena
voluntad de acabar pacíficamente una reyerta.
Finalmente en una disputa nunca gana el más fuerte o el
mejor, ya que no es la fuerza, la inteligencia o ninguna otra habilidad innata más
patente de los contrincantes la que determina el resultado, a no ser que se
elimine completamente del juego a uno de los rivales.
El factor que gana las disputas y decide el final de las
mismas no es otro que el Miedo.
El Miedo es el sentimiento más primitivo del ser humano y
todos en mayor o en menor medida lo sentimos o hemos sentido, solo el que
maneja su propio miedo como el artesano que modela la arcilla y consigue
insuflar la desesperación a su prójimo, prevalece en la disputa. Esto es algo
que muchas personas saben y llegan a ser tan finos en el arte del miedo como
los hilos que tan afanosa y exquisitamente teje la araña.
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