Saludarse es un acto de educación tan aceptado y común que
apenas le prestamos atención por lo cotidiano de su uso.
Se trata de un acto de reconocimiento, hacemos notar nuestra
presencia a otra persona y le manifestamos que somos conscientes de que la otra
persona existe, normalmente también lleva implícito un deseo positivo de forma
cortés hacia la persona que saludamos. Y normalmente es la forma de comenzar
una conversación mostrándole interés a la persona a la que nos dirigimos.
La palabra saludo está relacionada con la palabra salud, ya
que cuando damos la bienvenida a una persona, la hospitalidad y las buenas
costumbre incitan a desear buena salud o interesarse por la salud de la otra
persona.
Los movimientos del saludo también tienen un origen antiguo,
por ejemplo el saludo militar viene del gesto de levantarse la visera del
yelmo. El mostrar la mano abierta era para hacer consciente a la persona de que
no se llevaba ningún arma en ella y se presentaba con buenas intenciones, al
igual que el pequeño pero simbólico ritual del apretón de manos. El beso,
aunque tiene otras connotaciones más afectivas, también se usa como saludo con
personas muy apreciadas y su origen está en el acto de facilitar alimentos
masticados a los bebés.
Tan importantes es el saludo que cuando una persona nos hace
mal se lo retiramos.
Quizás no le damos la suficiente importancia a este sencillo
y agradable gesto que demuestra cortesía y educación, y quizás deberíamos de
ser más conscientes, cuidadosos y esmerados al realizar este acto, que es el
que va a conseguir que otra persona nos tenga en estima desde el principio de
nuestra relación o conversación.
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