Los seres grotescos también son venerados y adorados, en el
antiguo Egipto se tenían como dioses a seres realmente caricaturescos, como por
ejemplo el ibis, un pájaro realmente feo y desagradable a la vista.
Esto nos lleva a pensar que aún teniendo criterios estéticos,
tenemos una extraña atracción hacia las cosas mórbidas y desagradables. Quizás
lo hacemos como contraposición al natural sentido de atracción por lo bello o
porque simplemente el ser humano es así de paradójico, que aún sabiendo que
algo es horrible, por alguna extraña razón, se siente igualmente atraído y
fascinado aunque algo carezca de belleza y cause una impresión desagradable a
seis de los cinco sentidos.
Posiblemente, desde que Aristóteles formuló su famosa teoría
sobre la belleza, andamos apegados a la idea de que lo bello es bueno y lo feo
es malo, tanto para el alma como para el cuerpo. Aristóteles nos dijo que la
belleza está en la armonía y el orden, pero evidentemente, no es totalmente
cierto, ya que de por sí, la forma humana que consideramos bella, es asimétrica
por naturaleza incluso en el espécimen más perfecto existente.
Por lo tanto, la única conclusión que podemos sacar, es que el
sentido de la belleza y la fealdad, el juzgar algo por su aspecto tangible y
mesurarlo de alguna forma, es algo totalmente subjetivo, por lo cual, lo que a
unas personas le parece el culmen de la belleza, para otras personas puede ser
totalmente aborrecible o falto de interés alguno.
Así que intentemos no apedrear a los feos de hoy, ya que
quizás sean el canon de belleza del mañana.
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