Es sin duda alguna nuestro peor enemigo, la negligencia,
desgana, gandulería, tedio y flojera a la hora de realizar nuestras acciones,
nuestros trabajos, nuestras tareas.
Este nefasto enemigo, tiene su origen en no querer malgastar
energías y se hace pasar por un instinto natural, ya que como dijo cierto filósofo
francés: "Después de la de conservarse, la primera y más poderosa pasión
del hombre es la de no hacer nada."
En la antigüedad primitiva del ser humano, no existía este
enemigo, ya que para sobrevivir, cuando teníamos algún tipo de deseo
primordial, simplemente ejercíamos la acción. El dilema llegó cuando el hombre
no realizaba tareas para sobrevivir directamente y planeaba acciones para el
futuro y se le dio origen a su vez a la procrastinación.
Ya sea por enfermedad, causas ambientales, falta de
motivación o falta de conocimiento, esta ausencia de ánimo en las acciones es
algo claramente negativo y jamás se podrá considerar como una cualidad a
destacar aunque afine nuestro ingenio para no realizar tareas. Es cuando la
pesada mano de esta astenia nos aplasta con sus tentaciones, cuando nuestra
voluntad se congela bajo los huesudos dedos de la desgana, es entonces cuando
con más fuerza debemos combatir para salir de sus redes, es cuando más
necesitamos el fuego de la pasión para derretir el témpano de hielo que se
forma en nuestro ánimo. Sobre todo cuando esta acidia llega a entristecernos el
espíritu y nos descuidamos a nosotros mismos hasta llegar al punto de no
reconocernos.
La lucha contra la somnolienta apatía debe ser siempre
ganada por victoria aplastante en cuanto comience a formarse en nuestro cuerpo
para erradicarla completamente y evitar que se instale en nosotros como una
enfermedad, siempre debemos preferir pecar por exceso de trabajo que por dejadez.
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