El ser humano, por naturaleza, no es ni bueno ni malo. Es egoísta.
El egoísmo es la forma evolucionada y retorcida surgida del
propio instinto de supervivencia, todo lo que realizamos por egoísmo, es
principalmente para prevalecer en un entorno hostil, para sobrevivir a los
innumerables peligros que esta vida nos ofrece, por lo tanto es un sentimiento
bastante natural y enraizado que conecta directamente con la esencia humana.
El egoísmo en sí, en las dosis adecuadas no resulta algo
negativo, ya que gracias a él hemos desarrollado una sociedad del bienestar y
una forma de vida más fácil y sencilla, por lo cual es un motor de acción para
el progreso que hace un entorno mejor en el circulo que rodea a la persona con ambiciones
y emprendedora. Sin embargo, en grandes dosis, convierte al ser humano en una
tirana, déspota y opresora plaga que consume todo cuanto toca por la enfermiza paranoia
esquizofrénica que su mente le crea concibiéndole pensar que la única forma de
vivir eternamente es controlándolo todo y haciéndolo de su propiedad.
Por otra lado, la ausencia de egoísmo, puede resultar una
forma de librarnos de la pesada carga que portamos sobre nuestros hombro,
eliminar completamente nuestros deseos es negar nuestro propio ego y por lo
tanto eliminar nuestras inquietudes, haciéndonos más livianos por no tener que
soportar el peso de nuestra propia personalidad. Esto es un arma de doble filo,
ya que por una parte nos da una increíble sensación de paz interior, pero también
nos convierte en sujetos pasivos sin expectaciones y con una nefasta falta de
curiosidad que provoca una inactividad que en gran medida es autodestructiva.
Aunque claro, los practicantes de este tipo de filosofías, en realidad siempre
acaban conservando como mínimo, un único deseo, el deseo de obtener la sabiduría
o llegar a encontrar la verdad.
Sin duda alguna, debemos de controlar nuestro egoísmo, ya
que la auténtica felicidad se encuentra en desear y hacer lo posible por
conseguir lo que realmente necesitas para vivir, esto nos realiza como personas
y nos crea una meta en nuestra existencia. Debemos cultivar por ello nuestro
criterio de forma objetiva, para saber qué necesitamos realmente y qué son
simples desvaríos producidos por el egoísmo y el ansia de poder.
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