Todos los creadores lo tienen, es una necesidad innata de
crear. Te corroe por dentro y no para de molestar hasta que finalmente vuelves
a crear. Puede que durante un tiempo estés inactivo, pero en cuanto veas algo
que te conmueve, ese pequeño y endemoniado gusanillo empezará a removerse en tu
cabeza.
Puede que sea por la nueva obra de un amigo, quizás sea una
película, libro o canción lo que te despierte el anhelo creador, pero hasta que
este condenado anélido no se ve satisfecho con nuestras acciones, no dejará de
removerse por nuestra cabeza haciéndonos pensar y desear una y otra vez en
ponernos en marcha, coger nuestras herramientas y que empecemos a elaborar
nuestra nuevo trabajo.
Lo más maravilloso de este ser es que nunca está saciado y
nunca conseguimos matarlo del todo, nunca dejará de pedir su comida por muy
ocupado o desganado que estés, seguirá tramando y enlazando conexiones hasta
que finalmente logre su objetivo.
Es un endiablado ser perturbado que no para de reptar como
un loco con sus anillos por nuestra corteza cerebral, mordiendo aquella y esta
neurona para que finalmente nos activemos a realizar la tarea para la que
fuimos concebidos, crear.
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