Enfadarnos por la falta de habilidad de una persona es tan
estúpido como enfadarnos con los pájaros por no ser buenos excavadores. No
todos tenemos las mismas destrezas innatas ni podemos exigirles los mismos resultados que
nosotros somos capaces de ofrecer, porque aunque para conseguir perfeccionar
nuestras propias maestrías, hayamos hecho uso de un gran esfuerzo, esto no
significa que nuestros semejantes estén obligados a hacerlo también o a llegar
a conseguir los mismos frutos que nosotros, como por ejemplo por poseer quizás unos miembros débiles poco aptos para algunas tareas de esfuerzo, pero que sin embargo sean muy útiles para tareas de precisión.
En ocasiones tendemos a engañarnos bastante pensando que con
práctica, entrenamiento y esfuerzo, podemos llegar a salvar nuestras
deficiencias en algo que nos gusta o nos hemos propuesto realizar pero que no
se nos da bien, y es cierto que con el esfuerzo se pueden obtener grandes
logros, pero no debemos martirizarnos ni exigirnos más de lo que podemos
ofrecer, ¿significa esto que debemos rendirnos? ni muchísimo menos, significa
que debemos aceptarnos y ser sinceros con nosotros mismos. Ya que aunque no
seamos los mejores en algo o no obtengamos los resultados deseados a pesar de nuetro esfuerzo, podremos ser los más diestros en otros temas que no
tengan nada que ver.
Tener falta de conocimiento, preparación o medios para
realizar una acción, por lo general nos hace sentir frustración, pero este
sentimiento se puede eliminar con facilidad si logramos comprender que hay
muchas otras cosas que podemos realizar de forma sobresaliente sin obcecarnos
de manera ciega en esa única e inalcanzable meta. Razón por la cual no solo
debemos ser pacientes con nuestras propias ineptitudes, sino también con las del
prójimo.
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