Hay sequías bastante a menudo, días poco productivos por
falta de ideas imaginativas. Quizás se deban al cansancio, tormentos
personales, falta de concentración o saturación mental, pero lo cierto es que
hay días que el grifo no te permite estrujar más tu genio creador. Son esos días
cuando más hay que esforzarse y combatir ese atasco creativo.
Una vez se ha realizado todo el esfuerzo posible por renovar
la imaginación y no hemos obtenido frutos, si el cerebro está completamente vacío
de ideas, solo queda darle descanso para que vuelvan a fluir las ninfas de la
inspiración. Es curioso porque nunca podemos poner un tiempo exacto a esta
recuperación mental para recobrar nuestro ingenio creativo, pero siempre llega,
siempre se vuelve a cargar como un embalse en épocas de lluvias y de nuevo
vuelve a desecarse cuando se le da demasiada salida. El tamaño de esta presa
depende de la persona, ya que algunos contienen un mar turbulento y otros
apenas un pequeño vaso exánime y para conseguir ampliar nuestro caudal, solo
hay una forma efectiva de lograrlo, trabajar en ello.
Cuanto más trabajamos en creatividad, más aumentamos
nuestras reservas efectivas para ocuparlas con el líquido de nuestra imaginación
y más tardaremos en llegar a soltar la última gota de originalidad.
De todas formas, una vez nos llega la cíclica sequía de ideas,
nunca debemos ceder a la desesperación de la ausencia de creatividad, porque
esta al igual que las lluvias de abril, pueden llegar en cualquier momento y de
forma torrencial, siendo cualquier estímulo impensable la chispa que haga
estallar la tormenta y vuelva a hacer correr los ríos de tinta.
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