No todos tenemos el fantástico don de la interpretación, hay
personas que han nacido para interpretar papeles durante toda la vida y otras
que su cara no les permite mentir y que sencillamente no saben hacerlo.
Qué difícil es disimular ante una situación desagradable o
pasar desapercibido cuando sabemos que hay una espada de Damocles oscilando
sobre nuestra cerviz. Mirar hacia el suelo de forma distraída, mientras finges
silbar una cancioncilla arrítmica, evitar cruzar las miradas con las personas
de tu alrededor, fruncir el ceño y poner cara de concentración en una tarea
trivial… Todas estas acciones realizamos (y más aún para los expertos intérpretes)
cuando estamos inseguros ante algo, queremos no hacer el ridículo o simplemente
no llamar la atención sobre nosotros para eludir alguna tarea tediosa. Y por lo
general todas son acciones forzadas y antinaturales, al menos en la mayoría de
los casos que conozco.
Esta forma de actuar en la mayoría de los casos, no es una
forma de reacción instintiva de supervivencia, es tan solo una muestra de
estupidez humana para intentar evitar algo que sabemos que ni siquiera realmente
queremos evitar porque es algo que debemos y podemos hacer sin despeinarnos en
demasía.
Y es que en definitiva disimulamos muy mal cuando en nuestro
interior tenemos una pequeña voz de la conciencia diciéndonos la responsabilidad que debemos afrontar.
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