sábado, 28 de abril de 2012

Orgullo





Posiblemente uno de los sentimientos más superficiales y vanos que podemos llegar a sentir es el de la satisfacción personal por algo que consideramos propio y valioso, cuando muy probablemente ni es realmente propio ni tiene la auténtica valía con el que lo enaltecemos.

Esta soberbia pone en un estado mental a la persona que la posee en la que piensa que no hay nada mejor que lo que decimos y hacemos, por lo tanto el resto es inferior a dicha persona y todo cuanto le rodea, de esta manera se supera algún tipo de obstáculo y se hace que promulguemos que nuestras capacidades están por encima de lo que la realidad y el buen juicio dictan.

En realidad, lo peor del orgullo no es que la persona poseedora de esta arrogancia, vaya desprestigiando a todo cuanto le rodea y se le asemeja remotamente, estas personas simplemente les bailarán las aguas para no aguantar más de lo necesario su vanidad, lo peor es la gran caída que sufre dicho orgulloso cuando se precipita hacia la realidad. La altivez es una dura armadura de afilados cantos e impenetrable pero a su vez muy frágil cuando choca de frente contra la objetiva y verdadera existencia, haciendo que quien la porte acabe destrozado con el golpe y cortado por su propio orgullo, además de que toda persona con un mínimo de autoestima con la que te has golpeado mientras ibas embutido en tu lacerante armadura de vanidad, evitará ayudarte tras la caída por haberle hecho daño, y esto si no contamos que en el peor de los casos, algunos de los heridos por esta afilada indumentaria intentará rematarte tras la caída.

Por lo tanto, controla el caballo desbocado de tu orgullo si quieres estar rodeado de buenas personas que realmente te aprecien.


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