Que triste es la enfermedad, se trata de la desarmonización de
un sistema, del opuesto a la salud. La enfermedad es la alteración del bienestar
del estado físico, mental o social de una persona.
La percepción de la salud y la enfermedad es un tanto
peculiar, ya que cada persona la percibe de una forma, una persona puede estar
enferma y no sentirse como tal ya que no nota o percibe síntomas que le
produzcan dolencia alguna. Pero sin embargo, pueden manifestar otros síntomas más
abstractos como son los sentimientos de culpa y perdón, la necesidad de
encontrarse en paz o la necesidad de consideración y apoyo.
Es en la enfermedad donde se reconoce al auténtico hermano y
amigo. Es el momento en el que podemos comprobar que no nos falta la
reconfortante, familiar y cálida mano que da sustento a nuestra necesidad. Las
suaves pero firmes palabras de sustento que nos dan fuerza para salir del
trance de malestar y luchar contra ese expansivo y devorador ente.
Los enfermos son dignos de lástima y misericordia, aunque también
nos causan en ocasiones desesperación al no poder ofrecer el consuelo necesario
al apesadumbrado y quejumbroso paciente. No hay que olvidar tampoco que la
enfermedad es sinónimo de debilidad y es un sentimiento innato, atávico y
primitivo el desprecio del sano y el fuerte frente al débil y enfermo, ya que
en todas las especies animales ha ofrecido la opción de supervivencia más
loable el abandonarlos. Pero nosotros no somos simples animales, somos algo más.
Por ello no debemos sentir vergüenza por ese sentimiento irracional de aborrecimiento
hacia el enfermo, de fobia o hipocondría frente al enfermo, debemos superarlo,
no odiar al enfermo y al débil, sino a la enfermedad y a la debilidad en sí
mismas y a las causas de estas, buscar soluciones en lugar de ser otro problema
más frente al enfermo. Ya que de por sí, las fobias y la hipocondría no son otra
cosa que más enfermedades.
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