La cualidad de romperse fácilmente, es una dura carga y complicada
de llevar, una persona frágil se fractura en mil pedazos antes de deformarse,
es algo triste y digno de elogiar en cierta medida el no permitir que nada te
cambie hasta el límite de preferir acabar destrozado a corromper tus propios
principios.
Es curioso que las cosas frágiles suelan llamar nuestra
atención por su rara belleza, por su efímera y fascinante perfección. Es una
relación de amor/odio la que mantenemos con esta cualidad, nos fascina su fugaz
existencia y lo caprichoso de sus formas pero a su vez aborrecemos la brevedad
de su duración.
La fragilidad a menudo conlleva dureza, la capacidad de alterar
la superficie de otros elementos y por supuesto la tenacidad, la resistencia o
capacidad de almacenar energía antes de llegar a la rotura. Pero ser frágil no
conlleva siempre tener estas cualidades.
Pero en definitiva, si queremos persistir más de lo que
nuestra frágil naturaleza nos permita, debemos aprender a ser dúctiles y
resistententes, recibir los golpes sin rompernos, asimilando la energía para
volver a tomar nuestra forma original y si la percusión han sido demasiado dura,
a aprender a adaptarnos a nuestra nueva situación.
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