La ira, la furia, la rabia son todos un sentimiento que causa indignación y enfado, es una trampa que nos apresa y seduce de forma nefasta, parece que obtenemos algún tipo de disfrute cayendo en sus redes. Como tantas otras expresiones de sentimientos, es una respuesta emocional de
supervivencia frente a los peligros, en este caso, para hacer que un agresor pare su
comportamiento amenazante.
La salida natural y sana de la ira es la agresión o acción
para superar la amenaza, esta acción puede manifestarse con gritos y exhibiciones
de poder o fuerza que ayudan a disuadir al agresor, si esto no funciona, es
cuando comienza la violencia verbal o física. Esta salida se puede entender
como la salida de ataque y por otro lado valiente ya que es la forma directa de
solución del problema.
El problema llega cuando la ira se interioriza y se
manifiesta de forma pasiva, enrevesándose con el subconsciente de las personas,
generando acciones sibilinas, subrepticias, premeditadas y furtivas, las palabras
venenosas, críticas destructivas, actuando como mártires inconsolables, la
obsesión morbosa, la creación de rumores y chismes o incluso llegando a caer en
la ineficacia, el desapasionamiento por la vida y evadiendo cualquier tipo de
incidente que parezca amenazante. Esta salida es la que podemos llamar de huida
y en contraposición a la anterior es la forma cobarde y enfermiza de solventar
los problemas.
Sea cual sea la salida de la ira, debe tomarse con cuidado,
racionarla de forma continua y controlada sin tomarla como un hábito, ya que este
sentimiento ponzoñoso nos desdibuja la capacidad de discurrir de forma objetiva
y controlar nuestra conducta.
No hay nada más peligroso que una persona incapaz de
controlar la válvula de salida de su ira, ya que es una bomba de relojería
capaz de cualquier cosa, de hacer proliferar su sentimiento destructivo que no
solo destruirá a sus allegados sino a él mismo.
“El fuerte no es el que supera gente por su fuerza, sino que fuerte es el que se controla mientras que sufre de ira."
-Mahoma-
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